Una de las principales reflexiones en Tapori han sido los derechos de los niños y niñas. Sin embargo, este año hemos empezado a conocerlos más en profundidad y a entenderlos desde sus propias experiencias. ¿Cuáles son los derechos de la infancia? ¿Qué derechos no se cumplen en la vida de los niños y niñas de nuestro alrededor? ¿Qué hace falta para que esos derechos no sean sólo una frase en un papel?
Uno de los derechos que más importantes identificados por los distintos grupos Tapori fue el derecho a la educación. Porque aunque sabemos que todas las personas de España tienen derecho a acudir a un colegio e instituto públicos, eso no significa que el derecho a la educación se vea siempre respetado. Muchos de estos niños y niñas nos cuentan cómo son expulsados de los centros durante meses, y durante ese tiempo nadie se preocupa por que sigan el ritmo de su clase. ¿Qué pasa cuando vuelven al colegio? ¿Cómo pueden esperar que se integren en asignaturas donde están completamente desubicados?
El confinamiento nos abrió los ojos ante las realidades que llevan viviendo toda su infancia. Sus profesores y profesoras nos escribían «no esperamos nada de X», «da igual, Y nunca entrega nada». Nadie se hacía responsable de tantas familias que, sin internet y sin noticias de los colegios, no sabían por dónde empezar con las tareas de clase. Fue entonces cuando comenzamos a acompañarles para tratar de ser escuchados por educadores y educadoras y, sobre todo, a trabajar una confianza en sí mismas que el sistema educativo ha minado a lo largo de los años. Nos ayudaron a entender que la falta de tecnología no es la única brecha a la que se enfrentan, aunque por supuesto es central. Muchas asociaciones les ofrecían tablets sin preocuparse por si sabían usarlas o si alguien en casa entendía la plataforma online indescifrable del instituto.
Después llegó el verano y parecía que lo peor había pasado, pero llegó septiembre para reabrir las heridas que había dejado el confinamiento. Ahora muchos menores y jóvenes se enfrentan a un nuevo curso repleto de vacíos de temario del año pasado, a los estragos que el confinamiento ha dejado en sus casas y a una rutina escolar llena de protocolos estrictos que les distancia. Una etapa llena de retos que no estamos dispuestas a dejar que vivan ellas solas. Por eso este trimestre comenzamos con una dinámica de acompañamiento escolar. No se trata de un apoyo escolar, ni de un sustituto del papel de la familia, sino de una presencia semanal para sacar fuera y construir a partir de toda la rabia e incertidumbre que crea este modelo educativo. Un modelo que, ahora más que nunca, vulnera el derecho a la educación de tantos niños y niñas.