El 17 de julio un grupo de niñas, niños, monitores y cocineros nos vamos de campamento a Corteconcepción, Huelva, sin tanto calor como esperábamos.
Llegamos a una finca, rodeados de caras conocidas y alguna que otra nueva, un lugar que nos recibe y recibimos, que hacemos nuestro durante diez días. Jugamos, hacemos manualidades, limpiamos los platos de la comida, vamos a la piscina, nos reímos, también nos peleamos y alguna vez lloramos.

Pero, ¿qué significa salir de casa diez días, volver al barrio y a la vida de siempre en un verano que a tantos se les hace eterno? El verano no es para todos un descanso, la pobreza no se para y pocas veces da tregua. El campamento rompe con la rutina en un momento que se necesita, es un lugar de encuentro entre niños y niñas que se reconocen sin haberse visto antes, es un momento de descubrimiento de personas, de lugares y de juegos, es un paréntesis que interrumpe la vida del barrio y de casa, es ese descanso que las niñas y madres más pobres necesitan.

Es también un lugar de responsabilidad, de aprendizaje y de apoyo para todas las personas que estamos allí. Los grupos de cocina, los horarios de comida, de juego y de manualidades que no siempre apetecen, continuar la actividad de toda la semana y ver lo mucho que avanzamos, acostarnos a las once y despertarnos con música, la hora de las duchas o los tiempos libres… Seguir y mantenerse, no abandonar cuando las cosas cuestan. Es importante que el campamento sea un lugar de seguridad y continuidad para estos niños en medio de unos meses de verano llenos de incertidumbre y dificultades.

Volvemos y esa misma noche una de las niñas acaba en un centro de menores. La pobreza no descansa, la vida para estas familias no para, las responsabilidades sobrevenidas, las decisiones importantes, la incertidumbre, el miedo al mañana y al hoy… El campamento es una pausa en sus vidas, un momento de ruptura y de juego, de convivencia y de responsabilidad para unos niños que a menudo viven en la piel de adultos. La lucha contra la extrema pobreza busca romper poco a poco con el aislamiento de los niños y niñas que viven sus vacaciones en el barrio. Salir de casa no siempre es fácil, pero permite conocer, vivir, explorar e imaginar, volver a casa lleno de nuevas experiencias que compartir y revivir.