Manifiesto leído en la Jornada "Derechos para tod@s, pobreza para nadie", con motivo del 17 de Octubre de 2015.
El 17 de octubre de cada año nos reunimos motivados por la convicción de que, si queremos ser capaces de construir sociedades justas, solidarias y en paz, tenemos que unirnos con quienes viven en pobreza, tomando en cuenta las fuerzas e inteligencia de todos. Desde 1987 este mensaje nos moviliza:
«Allí donde hay personas condenadas a vivir en la extrema pobreza,
los Derechos Humanos son violados. Unirse para hacerlos respetar es un deber sagrado”
A pesar de que durante muchos años – y con diferentes responsables políticos e institucionales- nos han intentado convencer de lo contrario, la pobreza sigue existiendo a nuestro lado. Frente a ella, muchas veces nos sentimos sobrepasados, impotentes, bloqueados. Esto agudiza la pobreza y exclusión.
Un día sí y otro también seguimos escuchando por todos lados:
– “Estoy cansado, llevo toda mi vida pidiendo una vivienda social y teniendo que ocupar porque nunca llega una respuesta positiva. Ocupar puede parecer fácil, como si estuvieras de gratis. Pero no es así, si te quedas en la calle te puedes quedar sin tus hijos. Estar así es un sin vivir, porque no es tuyo, y vives con la preocupación constante de, y si te echan, ¿dónde te metes?”.
– “No nos dan trabajo y con la Renta Mínima que existe tienes que hacer milagros. Vives medio mes. Y no existen otras ayudas que permitan rellenar los huecos que deja la RMI. Parece que no se dan cuenta de eso. Como mucho cobras 530€ y a cambio tienes a los Servicios Sociales detrás persiguiéndote, pidiéndote cambios que no son posibles. Vives con miedo”.
– “No soporto los comentarios que hacen de los refugiados en mi trabajo. Pero no les culpo por ello, porque ellos no están siendo atendidos y cargan contra los más débiles en vez de contra los que les han metido en esta realidad”.
– “Las normas se actualizan a costa de los más vulnerables. Si buscas chatarra, te lo descuentan de la RMI. Si te desahucian de una vivienda pública ya no puedes solicitar otra en 20 años. Nos tratan peor que a perros. Parece que estorbamos en todas partes, no se nos quiere en ningún lugar, ¿qué protección tenemos? Ninguna”.
Debemos aprender de las dolorosas lecciones de la reciente crisis financiera y económica mundial. Las políticas de recuperación que apoyaban la protección social y los medios de subsistencia de las personas más vulnerables han sido sustituidas por medidas de austeridad que hacen recaer el peso del ajuste en las personas comunes, y de manera especial en quienes viven en pobreza y exclusión. Mientras que los gobiernos se precipitan por salvar a las instituciones financieras que están en el origen de la crisis, han reducido al mismo tiempo de manera drástica los gastos públicos, lo que perjudica en mayor medida a las personas que viven en la pobreza.
Frente a esta realidad nos movilizamos y salimos a la calle, comprometidos en nuestros barrios día tras día; rendirse es un lujo que no nos podemos permitir. Por eso luchamos.
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Luchamos para que una vivienda adaptada a las necesidades de las personas no sea un lujo, sino un derecho reconocido.
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Luchamos para que cada ser humano pueda tener los medios materiales que le permitan cuidar su propia vida y la de los suyos, vivir dignamente y poder ser protagonista de su vida.
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Luchamos para que todas las personas tengan asegurada una protección frente a la precariedad, para que las ayudas no se conviertan en amenazas, para que puedan vivir sin miedo.
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Luchamos para que sea posible contribuir todos juntos en la construcción de una sociedad cuyo objetivo fundamental sea el bienestar de todas las personas sin excepción.
Esta lucha por un presente digno es clave para construir un futuro sostenible, un legado para futuras generaciones, en el que se deje de especular con las necesidades de las personas.
Este es el reto que tenemos por delante. La falta de justicia social nos afecta a todos, aunque las consecuencias cobran dimensiones dramáticas para quienes viven en la exclusión. Se trata de una cuestión de humanidad. Por eso la educación y la formación en valores es clave. Necesitamos concienciarnos, recuperar una mirada más humana y fraterna, desarrollar una cultura de solidaridad en la que nos reconozcamos y se nos reconozca a todos y a todas como parte implicada en la búsqueda de soluciones.
Erradicar la pobreza extrema es responsabilidad de todos: instituciones, representantes políticos, empresas, colectivos, ciudadanía. Y debe de ser asumida por todos como una prioridad. Convirtamos así nuestras ciudades y pueblos en refugios en los que todas personas, y especialmente quienes ven constantemente vulnerados sus derechos a causa de la pobreza y las exclusiones de todo tipo, sean bienvenidas, respetadas y apoyadas en su lucha por salir adelante. Ciudades y pueblos en los que podamos colgar en todos nuestros balcones un mensaje claro: “Derechos para todas las personas. Pobreza para nadie”
Esta es la manera de poder seguir avanzando hacia un mundo con mayor esperanza y calidad de vida para todas las personas.
Fdo: C.P. San Carlos Borromeo, EAPN Madrid, ATD Cuarto Mundo España